¿Dónde estoy? Oigo gritos… ¿me gritan a mí? Metales chocando entre si… ¿una lucha? No logro moverme ¿estoy muerto? Puedo sentir gotas salpicándome ¿es mí sangre? No… puedo sentirlas caer por todo mí alrededor… ¿agua? ¿Está lloviendo? Alguien se acerca… ¿me está hablando? No puedo entender sus palabras, pero puedo notar sus manos sobre mí… esta haciéndome algo… ¿me estará saqueando? … No… puedo notar algo recorriendo mí cuerpo… magia…
- Levanta de ahí Ying, Emgorth puede esperar, ya tiene muchas almas, pero nosotros necesitamos todas las manos que se puedan reunir. ¡Venga arriba!
Reconozco esa voz. Puedo abrir los ojos… nubes grises sobre mí dejan caer una melancólica lluvia…
- ¿Herge? ¿Qué me ha pasado? - sigo confundido.
- Una flecha te derribo de la muralla, te has dado un buen golpe, pero ahora no es tiempo de hablar, - se levanta- debes ir corriendo a la entrada, están a punto de romperla ¡date prisa!
Se va corriendo, pero al menos ya se donde estoy, en Garien, luchando por defendernos, y tengo que ir enseguida a la puerta si quiero poder ayudar a defender la ciudad. Al levantarme noto un látigo de dolor recorrerme el hombro izquierdo, ahí esta asomando la flecha de la que me hablo Herge. Parece que no hubo tiempo para sacarla, pero cuando se esta en guerra no suele haber mucho tiempo. Mirando a mi alrededor puedo decir que he tenido suerte, aquí hay muchos que ya no respiran, me alegro de tener un primo en la unidad de sanadores.
Corro hacia la entrada de la ciudad mientras salto por encima de los cuerpos de mis compañeros de armas, rompo el rabo de la flecha dejando solo la punta en mi hombro, así molestara menos, pero mi brazo izquierdo no parece querer moverse. Espero no haberlo perdido para siempre.
A pesar de la lluvia, hay zonas incendiadas, y se oyen las armas de asedio enemigas trabajando sin descanso para destruir nuestra muralla.
Como el ejército real no llegue ya, no creo que podamos defendernos más de este asedio. Ya han sido ocho días desde que comenzó, y si aun tenemos raciones es por que cada día han muerto muchos de nuestros soldados. Pero ninguno de nosotros permitirá que tomen esta ciudad mientras sigamos con vida.
Puedo ver la entrada. Las grandes puertas de madera se están astillando a cada golpe del ariete enemigo, no van a aguantar mucho más. El Capitán Ferzif esta allí, con sus casi dos metros de altura y un robusto cuerpo enfundado en su armadura completa de color negro, y sus ojos de color rojo reluciendo bajo su casco con cuernos, parece mas un monstruo del abismo que el hombre que fue elegido como el más deseado en los tres últimos festivales de primavera por las mujeres de Garien.
- ¡Reforzad la puerta! - ordenaba- ¡Preparad las lanzas frente a la puerta! ¡Que los arqueros y magos suban a los tejados de alredor! ¡Bloquead las calles laterales! No quiero que esos estupidos Fergos vean nada mas de esta ciudad, que nuestras armas atravesando sus culos peludos.
Me apresure a subir al tejado de una casa por una escalera de mano, la lluvia lo hacia resbaladizo al ser de cerámica y tenia que ir con cuidado de no caerme, no seria bueno si cayera dos veces de tan alto en menos de quince minutos. Los sonidos del ariete cada vez eran más fuertes y la puerta no iba a aguantar por mucho tiempo, se respiraba tensión en el ambiente. Mis compañeros se agrupaban también en los tejados, preparando sus flechas y hechizos, y los lanceros apuntalaban sus armas en el suelo esperando la embestida que harían nuestros enemigos nada mas la puerta fuese derribada. Y al fin cayó.
Un montón de enemigos comenzaron a entrar saltando por encima de los restos de la destruida puerta. Las flechas y los hechizos empezaron a silbar contra ellos y los lanceros pararon su avance en seco. Asesté tres bolas de fuego seguidas de una lluvia de rayos que golpearon a un grupo que intentaba romper la barricada de uno de los laterales de la puerta, otro rayo mas poderoso acertó a la espalda de un mago que estaba defendiendo a sus compañeros de los hechizos que les llovían desde el lado contrario, pero los enemigos no parecían tener fin. Un grupo de magos mandaron el ariete por los aires con impulsos de viento y destrozaron toda la línea de lanceros.
Ferzif gritaba nuevas órdenes mientras enarbolaba su martillo de guerra hacia un lado y otro hundiendo los cráneos de los enemigos, salto al tejado de al lado y lanzo una lluvia de rayos sobre un grupo que pretendía rodearle, y una bola de fuego a un mago que preparaba un hechizo, la línea defensiva se esta reagrupando cuando de pronto cae una enorme piedra en la casa sobre la que estoy, el suelo bajo mis pies cede. Caigo entre los escombros sobre mi hombro herido y chillo por el dolor, pero no hay tiempo para quedarme llorando en un rincón.
La piedra que rompió el techo ha caído encima de varios de mis compañeros que estaban reagrupándose con el capitán y los soldados enemigos están entrando en la ciudad a tropel. Ferzif sigue luchando pero esta completamente rodeado. Llegan refuerzos de dentro de la ciudad, pero no son suficientes para contener tal cantidad de enemigos. Salto al piso inferior y después a la calle, desenvaino mi espada corta y me abro paso como puedo hasta donde se encuentra el Capitán Ferzif y unos pocos de mis compañeros. Envaino mi espada y les ayudo a defenderse de los ataques mágicos de otros magos, derribo un grupo de enemigos con lluvia de rayos y distraigo a un mago mientras un compañero le corta ambas manos.
Es muy complicado luchar con un solo brazo, pero no puedo permitirme descansar mientras tantos Fergos nos rodean sedientos de sangre.
- ¡Entrad en el ayuntamiento! - ordeno el Capitán- ¡Apuntalar las puertas y resistir! ¡Esta batalla no estará perdida mientras solo uno de nosotros siga luchando!
En el fragor de la lucha yo no me había dado cuenta de que ya estábamos en el centro de la ciudad, el edificio estaba rodeado, los arqueros y magos de dentro atacaban sin descanso desde las ventanas. Ferzif y sus órdenes mantenían al grupo espabilado y unido.
Mientras mis compañeros preparaban todo, yo protegía al Capitán de los furiosos magos que no paraban de lanzar bolas de fuego, estalagmitas y golpearnos con impulsos de viento para hacernos perder el equilibrio, pero la magia no lo puede parar todo… Una flecha pasa volando a través de mí muro de magia clavándose limpiamente en el ojo del Capitán Ferzif, que cae pesadamente hacia atrás. Mis compañeros lo arrastran dentro del ayuntamiento, lanzo una bola de fuego contra los enemigos mas cercanos y entro corriendo mientras las puertas se cierran tras de mí. Los asediantes golpean las puertas de hierro del edificio, firmemente cerradas. Necesitamos ayuda para la herida del Capitán.
- ¡HERGE! - grito desesperado- ¿ESTAS AHÍ? ¡El Capitán Ferzif necesita ayuda!
La respuesta me llegó de otra persona al momento.
- ¡Llevadle a la sala de reuniones enseguida!
Ese era el Capitán Greson, el que se ocupaba de la defensa del ayuntamiento, un viejo soldado gruñón, pero más duro que una tormenta en el mar la noche más fría del invierno. No era muy alto, ni muy robusto, pero su presencia daba un aura de autoridad, tenía el pelo blanco y una barba espesa.
Enseguida mis compañeros obedecieron, pero se necesitaron a cinco soldados para poder llevar al capitán. La sala de reuniones del edificio se había convertido en una improvisada sala de curas.
- ¡Ying! ¿Aún vives?
Ahí estaba Herge. Con su chaqueta de sanador blanca y su pelo de color verde oscuro, largo y revuelto como la hiedra. Estaba curando a otro soldado que había perdió la nariz y varios dedos de una mano. Me dirijo hacia él.
- ¡Herge! Han herido a Ferzif en el ojo.
- No soy el único sanador ni el mejor de aquí, -me responde, tranquilizándome- no te preocupes, ya le está mirando el Maestro Salvin. Si el no puede hacer nada, nadie de esta sala podrá hacerlo mejor.
El maestro Salvin era un hombre de corta estatura, medio calvo y encorvado, parecía mucho más viejo de lo que realmente era pero sus ojos violetas mostraban mucha sabiduría.
- ¡Dejad de gritar como niñas! - les decía a los soldados que habían llevado el cuerpo- Apartad, dejadme sitio… ¿como queréis que haga nada si no me dejáis ni acercarme? Si no estáis heridos o no sois curanderos, largaos de esta sala.
- Ying, por aquí. - Me llamo Herge.
Señalaba una silla vacía cerca de una puerta trasera de la sala. Me senté y deje que mirase mi hombro.
- Aún no entiendo como pudiste sobrevivir a esa caída desde la muralla, - comento- pero tienes el hombro hecho trizas. No estoy seguro si podré curar el hueso.
- Pues antes casi me cae una roca del tamaño de Jersa encima… No me dio, pero caí de nuevo sobre el mismo hombro.
Jersa era una amiga de Herge y mía, de nuestra infancia… ahora mismo era tan grande y gorda que podría competir con la luna Haures. De repente sentí como Herge arrancaba sin miramientos la punta de la flecha de mi hombro y me echo alcohol dentro de la herida. Un grito de dolor subió por mi garganta, pero logre contenerlo apretando los dientes. Atravesé con una mirada mortal a mi primo que seguía como si no acabara de pasar nada.
- Jajaja. Al menos tu humor no ha decaído. Eso es buena señal.
- Espero que mi brazo tampoco decaiga.
- No te preocupes, podrás volver a moverlo, pero te va a doler y no te aseguro que se pueda reparar otra vez.
- Sabes, no soy un carro con una rueda rota que tengas que “reparar”. - respondí ofendido.
- Lo se, lo se. No te ofendas ¿Por qué estas tan a la defensiva de repente?
- ¿Tal vez por que acabas de arrancarme una punta de flecha del hombro mientras te reías?
- Vamos, sabes que no puedo dejarla ahí dentro y he abierto primero un poco la herida para no desgarrarte la carne.
Pensaba continuar sermoneando a Herge sobre el trato que tiene con sus pacientes, pero entonces me dí cuenta que el Maestro Salvin se apartaba del Capitán Ferzif con el semblante oscurecido. Unos ayudantes del maestro taparon su cara con un trozo de tela blanca… Ferzif había muerto… Herge me dio más malas noticias.
- El Capitán Nildar también ha caído hoy defendiendo la muralla oeste… Ahora solo esta el Capitán Greson para dirigir a los pocos que seguimos aquí dentro, y no se cuanto podremos aguantar.
- Supongo que es inútil esperar que ocurra un milagro, pero ese no es motivo para que nos quedemos sentados mientras nos abren la garganta.
- ¡Claro que no! - exclama convencido- Moriremos rodeados de los cadáveres de esos malditos Fergos antes que aceptar la derrota, serán la ofrenda para nuestro Rey cuando venga a Garien. Ya estas curado Ying, ves a ver que puedes hacer. - me dio una palmada en la espalda y se fue a curar a otro.
Al fin mí brazo izquierdo esta de vuelta, podré lanzar mis hechizos más rápido. Me levanté y fui al salón del edificio. Normalmente este salón era más festivo, pues aquí se realizaban banquetes en las fiestas del año, pero ahora era nuestra sala de guerra y los adornos se habían cambiado por armas y mapas de la región. El Capitán Greson estaba sentado frente a la sala con su habitual cara de pocos amigos, enfrascado en sus pensamientos. Junto a él reconocí a Jeves y Lenger, magos como yo y asistentes personales de la Maestra Nuar, la maga de mayor rango en la ciudad… a la que no veía por ninguna parte.
Me acerqué a ellos, estaban visiblemente alterados y discutiendo en voz baja.
- Hola chicos ¿Dónde esta la jefa? - les digo intentando parecer animado.
El primero en responderme fue Lenger. Era bajito y llevaba gafas, vestía una tunica marrón y tiene la manía de rechinar sus dientes.
- Ah, Yingzar. La Maestra Nuar… no ha regresado.
- ¿Adonde fue?
Jeves fue el que me respondió ahora. Vestía un jersey verde muy claro como sus ojos y tenia el pelo de color rosa claro.
- Lenger se refiere a que no ha regresado de la batalla.
- ¿Ha muerto?
- No lo sabemos… - continuo Lenger- cuando cayó la muralla, dijo que iba a ayudar al Capitán Nildar… lo último que vimos fue una columna de fuego que se levantaba contra los Fergos que entraban por la brecha… creo que al ver el cadáver del Capitán enloqueció de ira… pero realmente no sabemos si sigue viva o no.
La Maestra Nuar y el Capitán Nildar se habían casado hace solo 3 años… acababan de tener su primera hija hace tan solo cuatro meses antes de que comenzase esta guerra, la pequeña se la llevaron sus abuelos, junto al resto de habitantes de Garien cuando estos huyeron hacia la capital, para pedir la protección del Rey y enviar refuerzos.
- Ya veo… ¿Qué vamos a hacer entonces? - pregunto.
- De momento haremos turnos para defender desde las ventanas, - me explica Jeves- parece que ya quedamos menos de doscientos y al menos una tercera parte están…
De repente se escucharon ruidos por todos lados, se podían ver llamas por las ventanas y los magos lanzaban sus hechizos para intentar romper las barreras mágicas que las defendían.
Se escucharon gritos desde fuera, parecía que alguien nos llamase.
- ¡Yulamianos! ¡Yulamianos!
Su pronunciación era malísima y cerrada. El Capitán Greson se levanto, subió al primer piso y se acerco con precaución a una ventana para mirar; muchos de nosotros lo imitamos. Se podía ver que estaban prendiendo fuego alrededor del edificio y que estaban listos para lanzar más llamas al interior del edificio, pensaban quemarnos vivos aquí dentro.
Greson respondió con su voz cascada por la edad pero con la energía de un viejo soldado curtido en muchas batallas.
- ¿Qué quieres saco de pulgas? ¿Necesitas que te asemos tu apestoso culo con este fuego?
El que parecía ser el portavoz de los Fergos, un tipo alto pero escuálido con una armadura roja. No entendió las palabras del Capitán, pero continúo como si no le importase.
- ¡Aquí tener la cabeza der vuestro Rrey!
Levanto lo que realmente parecía una cabeza con una corona, pero no alcancé a reconocer si la cara era la del Rey o no, pero ciertamente esa corona era la del Rey de Yulamen. Era una cinta de oro puro con seis picos adornados por joyas y la del centro, la más grande, era un enorme diamante que guardaba dentro una amatista… una joya única e inimitable.
La desesperación inundo toda la estancia. Se podía sentir como la esperanza se derrumbaba alrededor como si se tratase de una enorme cristalera que había sido resquebrajada y estuviese cayendo contra un frío suelo de piedra.
El Fergo siguió hablando.
- ¡Vuestra genter quer huyo der vuestra ciudad cuando la rodear, también estar muerta! ¡Vosotros ser los últimos quer quedar! ¡Yulamen ser nuestra!
Empezó a reír a carcajadas y lanzo la cabeza contra la ventana desde la que hablo el Capitán. La tensión del ambiente se podía cortar con una hoja de papel, Greson bajo en silencio nuevamente hasta el centro de la sala de guerra.
- ¡Escuchadme todos con atención!
Todos nos reunimos en las barandillas del segundo piso y alrededor de la sala, estamos con la moral por los suelos y realmente necesitamos palabras de aliento. Pero la verdad es que no se me ocurre como podría nadie animar a la gente después de algo así. Si lo que dijo el Fergo es cierto, significa que nuestras familias están muertas, que no habrá nunca refuerzos ni nadie que vengue nuestras muertes... solo nos esperan las frías puertas de Emgorth, la ciudad de los muertos.
- Para que ese gusano haya podido tener la corona real en sus manos, seguramente quiera decir que lo que ha dicho es cierto, al menos la parte de la muerte del Rey... y no tardarán mucho en romper las defensas que impiden que nos conviertan en Yulamianos a la barbacoa… ¡Pero no pienso permitirles ese festín! La corona es sagrada y nuestras vidas también; vamos a abrir las puertas ¡y vamos a ir a por ellos! ¡LA CABEZA DE ESE GUSANO SERA MIA! ¡SERA LO ULTIMO QUE HAGA EN ESTA VIDA, PERO JURO QUE ESE DESGRACIADO VENDRA CONMIGO AL INFIERNO, DONDE LO TORTURARE EL RESTO DE LA ETERNIDAD! - su voz hizo temblar las paredes de la sala- ¡Quiero que vosotros recuperéis la corona y os la llevéis fuera de sus asquerosas manos! ¡Enterradla en el bosque si es necesario, pero que ningún cerdo de Fergo pueda lucir nunca el diamante de nuestro Rey! … -baja la voz- Después… marchaos…
Hubo un momento de silencio… todos estábamos desconcertados por esa última palabra… ¿Marcharnos? Antes de que pudiéramos protestar continuo hablando, pero su voz se quebraba en tristeza.
- Iros de Yulames, id a algún sitio donde podáis formar una familia, y vivir vuestras vidas lejos de la guerra, pues esta os consumirá. Despojaos de vuestra rabia y de la venganza, si no queréis acabar como yo… mis únicos recuerdos son la sangre y el acero, el deber y el honor, y si he luchado tanto es por que quería que vosotros, el futuro, no tuviera que hacerlo… eso es todo.
Cogió su hacha de guerra y se preparo para su batalla final. No podía dejar eso así, no puede ser que esto sea lo último que se haga…
- ¡NO!
Mi grito enmudeció el mismísimo silencio que ya cortaba nuestras respiraciones. El Capitán Greson se giro hacia mí, buscando quien había dicho eso. Baje a la sala y me puse frente a el, la ira me quemaba por dentro.
- ¡NO PIENSO OLVIDAR LO QUE HAN ECHO! La gente que ha muerto son mi familia, mis amigos, mis compañeros… ¡No voy a olvidarme de ello y abandonar lo que me importa aquí como un triste recuerdo!
- ¿¡Y morir aquí es acaso lo mejor que sabes hacer!? - me contesto aún sorprendido.
- ¡No pienso morir! Voy a cruzar a través de esos mal nacidos y huir de aquí con la corona, la enterrare lejos de sus sucias manos, y viviré… ¡Pero aunque me cueste mil años, voy a destruir a los Fergos! Les destruiré y creare un futuro para los hijos de Yulame… ¡y de todos los reinos del norte!
Me doy la vuelta y me dirijo hacia la puerta con la rabia todavía revolviéndose dentro de mi, hago lo que mis maestros siempre me decían que no debía hacer, mezclar los elementos. Reúno toda mi magia en mis manos y creo la mayor bola de fuego que jamás he creado, la rodeo de rayos y la impulso con el viento contra la puerta con todas las fuerzas posibles.
Las puertas de hierro salen arrancadas de la pared cayendo encima de los soldados enemigos y la bola de fuego y rayos continua hacia el frente, directa hacia el Fergo que sostuvo la cabeza del Rey, le destroza todo el lateral izquierdo y se estrella contra los soldados de detrás suya en una explosión de llamas abrasadoras y rayos cortantes, matando a una docena. Veo la corona, esta ahí, tirada en el suelo, no muy lejos.
- ¡YULAMES NUNCA SE RINDE!
Corro hacia la corona, la recojo y me giro hacia una de las calles laterales, los enemigos están aún sorprendidos y aprovecho para lanzar otra bola de fuego que me abre el camino para escapar. Mis compañeros comienzan a salir del ayuntamiento gritando el nombre de nuestra nación, lanzando flechas y hechizos cargan contra los Fergos con una rabia y furor, que desconozco de dónde han sacado, pero imparable. Nos abrimos paso a través de sus cadáveres y comenzamos a correr hacia el norte de la ciudad.
Paso corriendo atravesando las calles del que una vez fue el barrio de las familias acomodadas de Garien, quedando ahora solo casas destartaladas o cenizas, y giro hacia el oeste. Puedo ver la brecha de la muralla, y algunos enemigos saqueando la ciudad, sorprendidos de vernos cargar contra ellos no tienen tiempo de reaccionar antes de caer frente a nuestro ataque. Junto a la brecha veo a más soldados enemigos, estos parecen estar rodeando algo… ¿Una persona? ¿La están torturando? No, ¡es Nuar! ¡Esta viva! ¡Y todavía esta luchando!
Esta bastante herida y se la ve exhausta; su tunica blanca esta hecha jirones y su pelo azul esta quemado, pero se mantiene en pie con una barrera mágica defendiéndola por un lado y una bola de fuego en el otro. Lo lanza contra un mago enemigo que lo para con su barrera.
Jeves y Lenger aparecieron a mi lado, ambos cargando hechizos. Jeves lanza una lluvia de rayos sobre los enemigos de la derecha y Lenger lanza estalagmitas sobre los de la izquierda matando a casi todo el grupo que rodea a Nuar, el resto se giro para ver quienes les atacaba por la espalda y entonces ella invoco una tormenta de fuego, inmolándolos vivos. Sus gritos fueron aterradores. Sus asistentes la levantan, cada uno de un lado, y corren hacia la grieta de la muralla.
- ¿Que estáis haciendo? ¿Por que estamos huyendo? Aún no he terminado con esos mal nacidos. - estaba fuera de si.
Nuar se revolvía queriendo soltarse de sus asistentes.
- Esta batalla se ha terminado Maestra, - le contesto Lenger- tendrá que esperar a la próxima para continuar con su venganza.
- ¡No! Ellos mataron a Nildar, y también han dicho que han matado al resto de la gente de la ciudad... mi pequeña Genoa…
Nuar sabía hablar Fergoniano, seguramente se había enterado de todo por ellos.
- Aún no sabemos eso - esta vez le respondía Jeves- ¿vas a morir sin saber si tu hija esta o no con vida?
Parecía calmado hablando a pesar de que cargaba con una persona y que estábamos corriendo, casi no le podía oír por mis propios jadeos. Habíamos llegado a la grieta de la muralla y había muchos escombros bloqueándonos el paso. Me costo mucho hacerme oír.
-¡Todos! Tenemos que juntarnos y usar el impulso de viento para crear un camino ¡Vamos!
Nos juntamos seis magos y unimos nuestros hechizos lanzándolos contra los escombros. Las rocas más grandes apenas se movieron pero logramos hacer lo que queríamos, un camino por el que pasar.
- ¡Venga, corred hacia el bosque!
Todos comenzaron a cruzar la muralla menos Nuar, Lenger y Jeves. Nuar aún se resistía a irse.
- ¿Y si está muerta? No creo poder resistir después de ver el cuerpo de Nildar, ver su cuerpo me mataría… - continuaba replicando.
Intervine entre jadeos.
- Esté viva o muerta ¿Crees que quiere que mueras? ¿Crees que Nildar quiere que mueras en la misma batalla que el cuando hay posibilidades de que este viva? La muerte es ineludible, llegará, no tengas prisa por ella y piensa en que puedes hacer para vivirla mejor.
Me acerque mientras mis labios soltaban todas esas palabras. Que raro… hacia tan solo unos minutos que pensaba que iba a morir luchando y ahora estoy luchando por vivir. Incluso estoy animando a la gente que quiere morir a vivir, aun si han perdido todo lo que era importante para ellos.
Le golpee con mi puño en la boca del estomago cortándole la respiración y se desmayó sobre los brazos de sus asistentes.
- Vamos, no tenemos tiempo que perder.
Salimos a través de la grieta de la muralla y corrimos con los demás hacia el bosque. Aún tenía la corona en la mano, lo cual me parecía algo realmente increíble de haber logrado. Me detuve en el linde del bosque para mirar atrás, Herge era de los últimos que llegaban junto a varios curanderos que ayudaban al maestro Salvin a correr. El Capitán Greson también llega ayudando a un soldado herido, pero no veo que nadie más salga de la grieta… ni siquiera los enemigos.
- Parece que no piensan perseguirnos, pero será mejor que no nos relajemos, aún estamos cerca de su alcance. - El Capitán Greson había parado junto a mí, el soldado herido continúo hacia dentro del bosque.
- ¿Hacia dónde iremos ahora?
Parecía que al Capitán le sorprendió la pregunta.
- A donde tu digas Yingzar, eres tú el que nos ha guiado hasta aquí… y creo que debes seguir haciéndolo.
- Pero tú eres… - intente replicar.
- Yo soy solo un viejo soldado que se había rendido… yo no puedo decirte el camino… - dijo apesadumbrado- pero te ayudare a superarlo. Vamos.
Se fue caminando hacia el bosque. Dirigí una última mirada hacia Garien. La ciudad que una vez se veía tan hermosa, era tan solo un montón de columnas de humo negro bajo la lluvia. Algún día regresaré a esta ciudad, echare a los Fergos de ella y la reconstruiré… y hasta ese día no habrá paz para ellos.
Quiero ya el segundo capítulo
ResponderEliminarPues mi editora me recomienda que aun si acabo de escribirlo, no lo ponga inmediatamente... que haga algo así como publicaciones semanales para tener una continuidad y para que si en algún momento no lo tengo todavía listo, tenga el otro para publicar. Pero no te preocupes que el segundo ya lo estoy haciendo y lleva buen ritmo, solo me a retrasado la creación del blog.
Eliminar¿Podrías cambiar el color o el tipo de letra? Tengo problemas para poder leer con fluidez.
ResponderEliminar¿Qué tal así? ¿Mejor?
EliminarSí que está mejor así, pero si fuera en negrita ya sería la os... Es lo que tiene estar medio cegata :P
EliminarPues ahí tienes la os... Para todos/as los/as cegatos/as.
EliminarMe he metido con el movil a ver que tal y es la os...!!! Jajaja Tanto el texto como la pagina se adaptan a la pantalla del movil. Para cuando estara la siguiente parte?
EliminarYa que esta la puse el miercoles, y se me recomienda llevar una publicación semanal, pues sacare la siguiente el proximo miercoles. Ya esta casi lista, solo es necesario corregirla y editarla.
EliminarLa historia está muy bien, es entretenida y engancha. Insisto en que los cambios de tiempo los tienes que tener en cuenta, o es en presente o en pasado pero no cada vez uno. También hay tildes que no deberían estar y otras muchas que faltan. Y estoy de acuerdo con tu editora, ves sacando poco a poco. Así hace que enganche aún más y te previenes si en algún momento te atascas y no consigues escribir nada. Muy buen trabajo, me gusta mucho y estoy deseando poder leer el resto. ;)
ResponderEliminarCuando uno tiene el mundo interior y la imaginación de Ray, solo se puede esperar lo mejor. Buena historia, en especial si uno se imagina dentro de ella, si la ve con sus propios ojos que es a lo que nos invita el escritor. Lo mejor de todo esto es que conforme más escriba mejor y más apasionante será. ¡Enhorabuena!, y ahora no pares.
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