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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Yingzar - Capitulo 4





Veo a Heimdred asomándose por encima de los árboles… estos últimos ocho días ha llovido sin parar, y nuestro Sol solo ha sido una mancha en las nubes que consumían sus lamentos sobre nosotros calándonos hasta los huesos. Pero la visión del astro desde la ventana de la posada no me trae buenas noticias… la lluvia había embarrado los alrededores de la ciudad, dificultando el asedio a nuestros enemigos que solo habían tardado un día en llegar a nuestras murallas.

Al principio solo fueron trescientos, pero ahora ya eran el doble y habían logrado restaurar sus rutas de provisiones hace ya dos días, con lo que cada vez estaban volviéndose más y más fuertes. Las energías que habían perdido en la última semana estaban regresando, y sin la lluvia para entorpecer sus ataques, deben estar ansiosos por demostrárnoslo.

En estas dos semanas hemos perdido a veintidós hombres, con lo cual solo quedamos ciento dieciséis para defender la ciudad, y de estos veintisiete son heridos leves y ocho están lo bastante graves como para no poder continuar la batalla. Por suerte no tenemos problemas con las provisiones, pues tenemos las suficientes como para sostener a todos los enemigos que tenemos ahí fuera durante dos meses y aún quedaría comida suficiente para nosotros, así que todas las noches nos damos un banquete, por si este pudiera ser el último y también por recuperarnos de todo lo que sufrimos este invierno.
Veo a Greson salir de su habitación estirándose para un nuevo día de combate… en estos años he aprendido a admirar su gran capacidad para conciliar el sueño en cualquier situación y ser capaz de levantarse, listo para luchar, en cualquier momento. Al verme se acerca hacia mí.

- Buenos días Ying, ¿qué tal has dormido? - Me saluda, mientras da un bostezo.

- Como de costumbre… menos de tres horas.

- Deberías de dormir más, necesitaras energías para la batalla… y más tú, que la magia se alimenta de ellas. - Tiene razón, pero no es tan sencillo.

- Es difícil dormir cuando sabes que tus enemigos están ahí fuera esperando por cualquier oportunidad que les des para arrancarte la cabeza y clavarla en una estaca como diversión.

- Si piensas que eso es lo que va a ocurrir es normal que no duermas. Debes calmarte lo suficiente para descansar, pero lo justo como para poder sentir el peligro cuando se acerque.

- ¿Y eso cómo se hace?

- Se aprende con el tiempo. De hecho, ya deberías saber hacerlo.

- Debe ser que no soy apto para la guerra… - Ni para otras muchas cosas.

- Nadie lo es, pero los humanos somos así… capaces de moldearnos como queramos para ser lo que nos haga falta ser.

- ¿Incluso lideres?

- Sí. - No pienso que realmente eso pueda ser así, pero antes de poder continuar con nuestra conversación, Jeves y Lenger salen de su habitación y bajan las escaleras en dirección a las cocinas para conseguirse un desayuno. - Vamos, también tenemos que comer, hay que aprovechar las provisiones que robamos mientras podamos. - Greson se va hacia los hermanos y les saluda mientras bajan. Miro una última vez hacia el Sol que ya ilumina con su luz púrpura las altas banderas del campamento Fergo. En cuanto el suelo se vuelva más duro podrán sacar sus armas de asedio, que han estado esperando impacientes, y comenzar a destruir nuestra muralla y además intentaran incendiar la ciudad, aunque ya hemos tomado medidas para eso derribando los edificios más cercanos. Seguramente podamos resistir otras dos semanas o a lo mejor tres… pero necesitamos a los Gilhenses si no queremos morir aquí.

Bajo hacia las cocinas y veo a Merfia sentada en la sala común, mirando el techo como siempre. Todavía no la he visto hacer otra cosa y según Jersa y Nuar, que la están cuidando, aún no saben si realmente duerme o no. Y hablando de esas dos, no veo a ninguna por aquí. Me acerco a Merfia sin mucha idea de que podría decirle.

- ¿No están Nuar o Jersa contigo? - Silencio… - ¿O tal vez no te gusto lo que había para desayunar? - Más silencio… las paredes podrían hacer más compañía que ella ahora mismo. - ¿Quieres venir a desayunar? ¿Conmigo? - Sorprendentemente, aparta la mirada del techo y me mira a los ojos, sosteniendo un momento la mirada para después volver a mirar hacia el techo. Por un momento he pensado que me iba a decir que sí, ¿Por qué me siento tan desilusionado? No ha hecho caso a nada ni a nadie en estos últimos meses, ¿Por qué me lo iba a hacer a mí? - Bueno… entonces me adelantare yo…
Entro en las cocinas y veo a nuestro cocinero, Vadrens, un hombre calvo y gordo pero con una cara afable; ocupado cortando grandes trozos de lo que parece ser la pierna de una vaca y echándolos al fuego. No tiene mucho arte en la cocina, pero ahí que decir que la comida que hace suele estar más sabrosa que la mayoría. Tiene a dos soldados ayudándolo, cortando y pelando, y otro lavando las verduras y otros alimentos.

- Buenos días Vad, ¿me pones una ración grande de esas?

- Por supuesto Ying, ¿la dama querrá otra? - ¿Dama? Me doy la vuelta y veo a Merfia detrás de mí, mirando como uno de los ayudantes esta pelando patatas. No se porqué, pero me entusiasma que haya aceptado mi invitación.

- Ponle una ración más pequeña, y añádele algunas patatas extra. - Le digo al cocinero.

- Marchando una ración grande de carne asada y otra pequeña con extra de patatas cocidas. - Responde con una gran sonrisa en su cara.

Me dirijo hacia la mesa del fondo, donde siempre me siento junto a Greson, Jeves, Lenger y Herge, aunque este último llega tarde como siempre. Aparto una silla para que Merfia pueda sentarse y me siento al lado de Greson que esta mirando, con la boca abierta y llena de comida, como Merfia se sienta conmigo a la mesa. La verdad que tampoco entiendo el por qué, pero mi entusiasmo es cada vez mayor. No solo ha aceptado venir a desayunar, sino que va a sentarse conmigo.

- Buenos días chicos. - Les digo a los hermanos que también están sorprendidos por la presencia de Merfia en la mesa. - ¿De qué hablabais? - Jeves es el primero en reaccionar.

- Estábamos hablando sobre que tal les ira a la gente de Himina y Fiel•la y de cuanto más tardaran en venir a ayudarnos.

- Sino se dan prisa, y con las rutas ya reanudadas, todo esto no nos habrá servido de nada. - Añade Lenger sin apartar los ojos de ella.

- No os preocupéis por eso, - dice Greson, tragando la comida que aún tenia en la boca - puede que ya estén recuperando suministros, pero han perdido a muchos hombres y hemos logrado que dividan sus fuerzas más de lo que quieren.

- Bajas que recuperan casi todas las noches… - responde Jeves con abatimiento. Antes ya habíamos visto como los Fergos recuperaban los cadáveres de sus hombres caídos al amparo de la noche y pensábamos que sería para darles un entierro digno o simplemente para que no molestasen al día siguiente para continuar el asedio pero, ahora que sabíamos la verdadera razón, los vigilamos más atentamente. De vez en cuando, los arqueros apostados en la muralla, disparan alguna flecha a los que más se acercan… lo hacen como si simplemente fuera un juego o si quisieran molestarles, o tal vez añadir algunas muertes más para animarse… pero no podemos evitar que sigan llevándoselos y “resucitándolos”.

Uno de los ayudantes de la cocina nos trae los platos con mi comida y la de Merfia. Mi estomago gruñe solo con el olor y la visión de la carne asada con especias, doy el primer bocado y siento la grasa chorreando por mi boca, no puedo evitar sentir un gran placer recorriendo la garganta y llenando el estomago con la deliciosa carne del animal, desde luego que Vad es el mejor cocinero de los que estamos aquí. Me deleito con el resto de la carne mientras Merfia comienza a comerse sus patatas. Observándonos a los dos, puedo darme cuenta la gran diferencia que existe entre nosotros. Yo parezco casi un animal devorando la carne a grandes trozos, a pesar de usar cuchillo y tenedor, mientras que ella corta sus patatas con la espalda completamente erguida y llevándose pequeños pedazos a la boca donde los mastica lenta y elegantemente.
Veo entrar a Jersa y Nuar, que miran hacia todos lados del comedor, cuando ven a Merfia sentada conmigo se quedan perplejas.

- ¿La has traído tú? - Me pregunta Jersa incrédula. Trago la carne con la ayuda de un poco de agua antes de responder.

- Yo solo le pregunte si quería venir a desayunar conmigo, y vino… ella sola. - Las dos se quedan asombradas con la boca abierta mirando a los demás que simplemente se encogen de hombros.

- Pero si normalmente tenemos que arrastrarla y darle de comer y beber. - Protesta Nuar.

- ¿Y yo que culpa tengo de eso? - Pregunto ofendido por la recriminación. - Yo solo le hice una pregunta… y al principio no pareció hacerme ningún caso, ella entró en las cocinas detrás de mí, sin decir nada.

- No vale la pena que os peleéis por eso, - dice Jeves - esta aquí y esta comiendo, ¿Qué hay de malo? - Nuar parece realmente molesta de que su asistente se haya puesto en su “contra”, pero igualmente se resigna a continuar con la disputa.

- Vamos Jersa, parece que hoy podremos tomar el desayuno con más calma. - Las dos desaparecen tras las puertas de la cocina justo cuando Herge entra con su comida en las manos y viene a nuestra mesa.

- Buenos días muchachos, parece que hoy tenemos a alguien más en la mesa. ¿Cómo has conseguido que viniera? - Pregunta con sincera curiosidad.

- Le dije si quería venir y ella decidió que sí. - Respondo mientras me llevo otro trozo de carne a la boca.

- Vaya, me alegro por eso. - Dice dirigiéndose a Merfia quien no aparta la mirada de su plato y sigue comiendo a pequeños bocados.

Continuamos nuestro desayuno tranquilamente, hablando sobre si el cambio del tiempo nos favorecerá o no y sobre cuanto más tendremos que aguantar, cuando entra un soldado corriendo en el comedor.

- ¡Capitán Greson! - Llama fatigado.

- ¿Qué ocurre Sargento?

- ¡Enemigos! ¡Desde el norte! Parecen al menos quinientos, tal vez más. - Todos se levantan enseguida y corren hacia fuera preocupados por la noticia que podría ser la de nuestro fin.

- Espera aquí, y no salgas de la posada. - Le digo a Merfia antes de salir corriendo detrás de ellos. ¿Por qué me habré parado a decírselo? No es momento de pensar tonterías, debo de darme prisa. Llegamos al edificio que hay más al norte de la ciudad, una casa alta hecha de ladrillos de arcilla, y subimos a su tejado donde se encuentra el Teniente Roice. Desde allí podemos ver el camino que va hacia el norte, donde una gran multitud de soldados Fergos la ocupan hasta donde alcanza la vista.

- Esos son mas de quinientos… - dice Greson - al menos son ochocientos, tal vez más si no dejan de aparecer de esa forma. - Comienza a dar órdenes y Roice se apresura en hacer que sean cumplidas lo más rápido posible. ¿Habrá caído una de las ciudades? ¿Cómo vamos ahora a enfrentarnos a algo como esto? Son demasiados como para poder detenerlos, si intentan entrar con escaleras a través de las murallas no seremos capaces de evitarlo.

‹No. Tenemos que resistir como podamos…› Me digo a mi mismo mientras miro de nuevo hacia los enemigos recién llegados que están desplegándose y parecen prepararse para montar su campamento detrás de los que ya hay, mientras los soldados que ya llevan asediándonos dos semanas se preparan para volver a atacar otra vez.

‹… ¿Eh? Que raro… Eso no tiene…›

- Oye, Greson. - Le llamo tocándole el hombro. - ¿No es extraña la formación de recién llegados? - Le digo señalando con el dedo.

- No es una formación, no van a atacar de inmediato, - me responde Greson - puede que ni siquiera lo hagan hoy, tienen que montar su propio campamento.

- ¿Y tú lo montarías donde ellos lo están haciendo? - Greson se queda observando, pensando en lo que le he dicho, y por su cara de confusión, diría que ha entendido lo que le quiero decir.

- Pues no… lo están montando justo en los caminos, si a eso se le puede llamar montar, parece que estén desplegándose… pero así podrían atacarles también fácilmente por detrás…

- ¿Querrán bloquear los caminos? - Interviene Roice.

- ¿Para qué? ¿Acaso creen que les van a atacar? - Greson parece más confundido que antes.

- Puede que en verdad no hayan logrado tomar una ciudad, si no todo lo contrario. Que les hayan logrado echar y estén preparándose para defenderse; por eso también están formando el nuevo ataque tan deprisa desde su llegada, querrán tomar hoy la ciudad para poder protegerse. - La idea de Roice no me parece mala, además que eso significa que podríamos recibir refuerzos en cualquier momento, pero Greson destruye mis esperanzas rápidamente.

- No, entonces atacarían directamente, no se entretendrían en montar campamentos, y además eso solo explicaría por que cortan el camino del norte, ¿por qué están cortando también el del sur?

- Pues no lo se… es como si no quisieran que escapáramos…

- ¿Escapar? - Greson suelta una fuerte carcajada. - Ahora mismo estamos cien veces más seguros dentro de la ciudad que fuera, y aunque logren de algún modo que salgamos, para nosotros los caminos son lo mismo que suicidarnos, huiríamos hacia el bosque y los montes.

- De acuerdo, - intervengo - los motivos para no hacerlos son muchos y están claros. ¿Por qué motivo haríais eso? - Los dos se quedan pensativos mirando el horizonte mientras los enemigos están ya casi listos para comenzar.

- Ciertamente es como dice Roice, la única explicación posible es que quieran evitar que podamos escapar por los caminos, pero no tiene sentido. - Responde.

- Y si no es a nosotros a quien nos corta la huida, ¿A quién? - Greson se encoge de hombros, negando con la cabeza.

- A los únicos que les benefician los caminos, - dice Roice - es a los propios Fergos, solo ellos utilizarían los caminos como escapatoria, ya que no quieren morir en un lugar donde no puedan ser encontrados…

- ¿Sugieres que los Fergos están encerrando a los Fergos? - Pregunto intrigado.

- … Ciertamente es un razonamiento estupido por mi parte… lo siento. - Dice agachando la cabeza.

- No, no. No te disculpes. Era el razonamiento más lógico al que podíamos llegar dadas las circunstancias. Pero le falta algún detalle que se nos escapa. - De repente Greson comienza a reír, primero por lo bajo, pero cada vez lo hace mas fuerte.

- ¿Será eso posible? - Dice como si no pudiera creerse lo que estaba viendo, que no era otra cosa que a los enemigos listos para atacar. En menos de un minuto no tendríamos más tiempo para pensar el por qué de nada. - Roice, anula las órdenes, que todos los arqueros y magos se preparen para subir a las murallas a la señal.

- ¿Cóm…? - Se detuvo antes de formular su pregunta. - Si, señor. Enseguida. - Y se va a dar las nuevas órdenes. Ha sido la primera vez que le he visto dudar, aunque solo fuera un segundo, sobre una orden directa. Supongo que no obedece las órdenes tan ciegamente como pensaba.

- ¿Qué pasa Greson? ¿Ya sabes por qué están haciendo eso los Fergos?

- Ahí es donde estábamos fallando, como tú dices, nos faltaba un detalle. En cuanto comience el ataque lo podrás ver por ti mismo. - La respuesta de Greson me ha dejado más confundido de lo que ya estaba. ¿Qué iba a ver? Observo con atención y veo que los enemigos han comenzado a moverse. Se acercan lentamente, con los escudos en alto para evitar las flechas de los arqueros, cuando estén a solo doscientos metros cargaran contra la muralla levantando también los escudos mágicos y defendiendo el ariete que golpeara en el mismo lugar que siempre, han usado la misma estrategia en todos sus asedios; supongo que prefieren sitiar las ciudades para después poder recuperar mejor los cuerpos de los caídos. Ahora, que también pueden mover las catapultas por el terreno seco, están preparando las piedras para lanzarlas. Sigo sin ver ni entender de lo que habla Greson y ya están muy cerca.

Los magos levantan sus escudos mágicos y los pelotones embisten contra la puerta con sus arietes, los arqueros disparan a nuestros hombres apostados en las murallas y las catapultas están cargando sus primeras piedras para destruirlas; veo que los Fergos que estaban montando sus campamentos han cambiado de opinión y van a unirse al ataque… o no… ¿pero qué? ¡Están atacando a las catapultas! Rápidamente matan a los operarios y destruyen las armas de asedio que estaban a punto para disparar contra nuestras murallas y Greson grita la señal que hace que todos suban rápidamente a las murallas para atacar con todo lo que tienen a los enemigos que se acercan, ajenos al hecho de lo que ocurre a sus espaldas… ni siquiera ven como están derribando a su Capitán ahora mismo y matándolo, ocupados en defenderse de la lluvia de flechas y hechizos a los que les estamos sometiendo.

- ¿Qué esta ocurriendo? - Pregunto anonadado.

- Ocurre que esos que han llegado, no son Fergos… tienen sus banderas y sus armaduras, pero son Gilhenses, seguramente de Himina y Fiel•la, que ya deben de estar libres, ese era el detalle que nos faltaba. - Claro, era todo un engaño. ¡Se habían hecho pasar por Fergos! Es exactamente lo mismo que hicimos nosotros para tomar y defender esta ciudad. No puedo evitar reírme a carcajadas, como Greson cuando comprendió la razón del extraño comportamiento de nuestros “enemigos”.

Los soldados que atacan en nuestra muralla se dan cuenta, demasiado tarde, de lo que esta ocurriendo y vuelven corriendo para ayudar a sus compañeros pero es inútil, están completamente rodeados y no tienen a nadie que les dirija… algunos intentan huir, pero ven los caminos cortados y no parecen entender que su única posibilidad de escapatoria son los bosques y montes que nos rodean. Es una victoria perfecta, sin supervivientes visibles. Un grupo de soldados se acerca a la puerta y Greson y yo vamos de inmediato a recibirles desde lo alto de la misma.

- ¡HOLA MIS AMIGOS YULAMIANOS! - Grita en perfecto yulamiano el que va en cabeza; un soldado grande, con una barriga prominente pero también unos brazos musculosos, que sujetan un martillo de guerra, asoman a través de la armadura que parece quedarle pequeña. - ¡SOY EL GENERAL ARSHENSIS, PROTECTOR DE FIEL•LA, LIBERTADOR DE HIMINA Y SALVADOR DE YULAMIANOS! - Parece que le gustan los títulos, pero ciertamente nos ha salvado.

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