Las llamas consumen todo a mí alrededor. Merfia está frente a mí, muerta… al igual que Nuar y Jeves. No puedo moverme, ni tan siquiera hablar, solo mirar los ojos violetas, como dos soles apagados, que me miran más inexpresivos que nunca. Me acusan… todo es mi culpa… una carcajada a mí espalda. Me doy la vuelta y veo a Ferzif. No puede ser, le incineramos, yo mismo vi como el fuego devoraba su cuerpo. Sigo sin poder articular palabra mientras levanta su gran martillo de guerra y lo descarga contra mi cabeza… unos golpes me llevan a un cuarto oscuro. ¿Mí habitación? Estoy sudando y las sabanas se me enredan en las piernas. Otra vez esos golpes, dos rápidos en la puerta. Me levanto todavía algo desorientado, aún es de noche al otro lado de la ventana. Al abrir la puerta me encuentro con Arshensis sujetando una pequeña vela.
- ¿Qué ocurre General? - Le pregunto mientras quito el sudor de mi frente con la manga.
- Perdona que te despierte Ying, pero me ha llegado un mensajero informándome de que Olnis ha recibido refuerzos. - Me dice preocupado. - Al menos un millar de soldados del frente de Limgur han sido desplazados y parecen tener intención de atacarnos.
- Ya veo, lo han hecho antes de lo que pensaba.
- ¿Sabías que lo iban a hacer? - Parece sorprendido.
- Era una suposición. - Le contesto quitándole peso al asunto. - Si los Fergos veían que atacábamos una de sus ciudades, ellos no querrían desaprovechar la oportunidad para atacarnos a nosotros cuando no estuviésemos, ¿no? - O eso dijo Greson. Ar asiente.
- ¿Y qué vas a hacer? - Pregunta intrigado. Como ha estado ocupado preparando a sus tropas no ha podido estar en muchas de las últimas reuniones.
- Ya lo hice, nombre capitán a ese tal Friurch. - A pesar de las quejas de Frepor.
- ¡Ya veo! - Exclama, como si acabara de entenderlo todo. - Por eso me preguntaste por él ayer, ¿verdad?
- Sí. Dicen que aguanto durante más de una semana el asedio en Limgur con solo doscientos soldados, - Y parece que es cierto. - pero no iba a nombrarle solo por eso, quería tu opinión.
- Hiciste bien entonces, te aseguro de que no te decepcionará, estuve con él en la guerra de hace quince años contra Kurgas. - Eso ya me lo contó ayer. - Aunque la verdad que yo pensaba que lo hacías para tener un cargo Gilhense entre tus filas…
- Esa también era una buena razón para el nombramiento. - Le interrumpo. Si permito que coja mucha carrerilla, no parara de hablar hasta mañana. - Ayudará a la integración de los reclutas. Pero igualmente voy a hacer que el yulamiano sea el idioma oficial de la compañía y todos los reclutas van a tener que aprenderlo.
- Entiendo que es imposible dirigir un ejército que no habla tú idioma, ¿pero no te sería más fácil a ti aprender gilhense? - Pregunta encogiéndose de hombros.
- No tengo mucho tiempo para hacerlo, ¿y qué haré cuando entren supervivientes de otros países? - Le doy un momento para que piense en la pregunta. - No puedo aprender todos los idiomas al tiempo que dirijo la compañía. Lo mejor es que todos aprendan un único idioma; además, Friurch habla yulamiano también, aunque no tan fluido como tú, pero eso ayudara a que otros también lo hablen. - Añado.
- Bueno, eres el que manda. - Dice evidentemente alagado por mi comentario del acento. - En realidad solo quería saber que mi espalda iba a estar cubierta.
- Lo estará. - Le aseguro dándole una palmada en el hombro. - ¿Tus hombres están listos?
- Sí. Saldremos en cuanto el cielo empiece a clarear. - Dice mirando hacia mi ventana. - Ya no le queda mucho.
- Entiendo. Roice irá enseguida a ayudarte como planeamos.
- Tendrá que darse prisa si quiere tener algo que hacer. - Responde con sorna. - ¿Qué tal lo del camino, lo han mirado bien?
- Sí, vamos a hacerle unas… reformas, para poder cruzar a gusto. Iré yo mismo con Sernot y Greson, unos cuantos magos y soldados especialmente escogidos, además de unos cuantos civiles. Mineros.
- Como miembro de una familia de mineros, te aseguro que eso es lo más inteligente que vas a hacer. - Saca pecho con orgullo. - No puedes romper lo que te de la gana en una mina, un golpe mal dado y ¡puff! - Dice mientras hace un gesto con las manos, aplastando. - Se te cae encima la cueva entera.
- Iremos con cuidado. No te preocupes. - Me despido de él y cierro la puerta.
Vuelvo a echarme en mi cama, mirando hacia el techo. Una pesadilla en semejante momento me pone nervioso. ¿Acaso hay algo que se me ha escapado? No, el plan ya ha sido mirado y revisado; y no tenemos tiempo de estar cambiándolo, tenemos que lograr Yergas y Venacua antes del próximo invierno. Solo espero que Friurch sea capaz de defender la ciudad mientras lo hacemos. Frepor no deja de repetirme que no se fía de él, que nadie deja un cargo como el de capitán para meterse en una compañía de mercenarios, y la verdad que yo también tengo algunas reservas.
Hable con él sobre eso y me dijo que había pedido permiso al mismísimo Rey y a su comandante en persona y que, por su gran labor en la defensa de Limgur le habían prometido que cuando acabase, podría regresar a su puesto de capitán. No es que conozca mucho a esos dos, pero no me creo que sean de los que hacen ese tipo de promesas, por eso no puedo simplemente ignorar Frepor.
El sonido de las tropas de Ar me saca de mis pensamientos y me hace mirar por la ventana. Ciertamente salen en cuanto ha empezado a clarear el cielo, pero no puede decirse que haya amanecido, el cielo continua lleno de estrellas y apenas se ve una pequeña franja morada en el horizonte. De pronto, mi puerta se abre a mí espalda y entra Nuar seguida por dos niños.
- Buenos días, Ying. ¿Qué tal has dormido? - Me dice contenta con una sonrisa de oreja a oreja ante mi cara de circunstancias. Si la conozco tanto como creo, está tramando algo.
- Mal. - Le respondo con un tono que demuestra perfectamente lo molesto que me ha resultado su repentina intromisión. - ¿Por qué no has llamado a la puerta antes de entrar?
- Oh, bueno, ya nos conocemos bastante. - Me contesta haciendo un gesto con la mano… como si apartara algo que no tiene importancia.
- Igualmente sigue siendo raro, tú nunca entras así en mí cuarto. - Ni nadie. - ¿Qué planeas?
- Vaya, ¿llevas mucho despierto? - Dice notablemente decepcionada. Ya veo, pretendía cogerme dormido para poder manejarme más fácilmente. Es algo de lo que a menudo se quejan Jeves y Lenger.
- Pues sí. - Me cruzo de brazos, apoyándome en la ventana con gesto de enfado.
- Bueno es igual, - Continua sin hacerme caso. - Ying te presento a Pike y Reinstern. Son de Yulames, así que hablan nuestro idioma perfectamente, y… ¡tienen el don!
- ¿Y? - Se que ha estado buscando a gente que tuviera el don y que entre los huérfanos a encontrado a muchos, pero no entiendo por que me ha traído a estos dos y me da miedo preguntar.
- Vienen a darte las gracias por acogerlos a ellos y también al resto de huérfanos. - La mirada que acaban de poner los pobres críos no dicen lo mismo.
- Déjate de tonterías y dime a que viene todo esto. - Empieza a cansarme tanto rodeo.
- Tcht, esta bien. ¿Qué te parecería tener a estos dos de discípulos? - Me pregunta con una sonrisa como el que pregunta si quieres repetir postre. Los niños la observan tan extrañados como yo.
- ¿Discípulos? ¿De magia?
- No querrás que sean de albañilería. - Me responde con sarcasmo.
- Estoy muy ocupado dirigiendo la compañía como para ocuparme de ellos.
- Ellos te pueden ayudar. - Insiste. - Pueden servirte de mensajeros y cosas así, y todo por solo unas pocas enseñanzas de magia. Piénsalo, son como escuderos pero para magos.
- No creo que valga para maestro. - Le respondo mientras me siento en mí cama.
- Venga ya, tampoco creías que valdrías como líder y mira. - Me dice sentándose a mi lado. No se si me esta consolando o aún intenta convencerme.
- Tampoco es que lo haga tan bien.
- Venga hombre. Salvin ha acogido a una docena para hacerles sanadores, Jeves y Lenger han cogido a uno cada uno y Jersa tiene a tres chicas ni más ni menos. Yo misma tengo a ocho. ¿Por qué no puedes tú tener solo a dos? Son los únicos que hablan yulamiano, y tienen la edad suficiente para acompañarte.
- ¿La edad suficiente? ¡Pero si apenas deben de haber cumplido los doce años!
- ¡Yo tengo trece! - Protesta el pequeño.
- ¡Y yo catorce! - El mayor.
- ¡Y tú empezaste a los diez años! - Termina Nuar.
- No es lo mismo. Yo no aprendí magia en medio de una guerra. ¿¡Como quieres que les enseñe entre batalla y batalla!?
- No tienen que luchar, - Otra vez aparta algo con la mano. - solo quedarse en el campamento o ciudad. Podrán cuidar de tus cosas y tener tu cama o la comida lista cuando llegues.
- ¿Quieres que los lleve conmigo? - Pregunto incrédulo. - Eso es una locura mayor.
- Mira. - Me dice haciéndose la indignada. - Estos niños necesitan un maestro y creo que tú eres el idóneo para ello, así que vas a aceptarlos y se acabo la discusión. - Se da la vuelta y se va, cerrando la puerta con fuerza y dejándonos a los tres aquí. Otra cosa de la que Jeves y Lenger se quejan a menudo…
- Y eso chicos, es una mujer adulta intentando controlar a un hombre adulto. - Y lo peor es que les suele funcionar. - Veamos, ¿cuál de vosotros es Pike?
- Yo. - Me contesta el pequeño.
- Entonces tú eres Reinstern. - El mayor asiente. - Bien, ¿qué os dijo esa loca?
- Nos dijo que habías visto mucho potencial en nosotros y que nos querías como discípulos. - Ahora entiendo sus miradas de antes… ¿Era necesario que les mintiera de una forma tan descarada?
- ¿Sois los únicos que hablan yulamiano?
- No. Hay otra niña, pero está con los sanadores.
- Ya veo. - Encontrar un mago es raro, pero más todavía encontrar uno que sirva de sanador. Es normal que Salvin se haya quedado con todos los que tuvieran alguna opción. - ¿Realmente queréis aprender magia?
- ¡Por supuesto! - Responden los dos a la vez, con entusiasmo. Al menos de eso no les falta.
- ¿Y os parece bien que yo sea vuestro maestro? - Les pregunto. Maldición, parece que quiera que digan que sí. - Nunca he tenido discípulos, soy brusco y me impaciento enseguida. - Añado enseguida.
- Pero también eres el primero que ha mezclado elementos, ¿no? - Me pregunta el pequeño intrigado.
- La mujer nos dijo que eso era algo realmente increíble de conseguir. - Me dice el mayor señalando hacia la puerta.
- Sí, bueno… no es tan difícil, es solo que si no lo haces con cuidado podría estallarte en las manos y dejarte sin brazos, y eso suele echar atrás a la gente. - Y por sus caras, ellos tampoco quieren perderlos. - Pero si sigues los pasos correctos, es fácil hacerlo. - Sus caras se alivian al saber esto. - Pero igualmente ser discípulos míos es peligroso, dentro de poco estaré en el campo de batalla y aún cuando no este combatiendo me será difícil sacar tiempo para enseñaros nada; además de lo peligroso que es acompañarme. ¿Estáis seguros de que queréis que yo os enseñe magia? - Los dos asienten convencidos, mirándome fijamente. Si ellos quieren… - Está bien. - ¿Porqué me siento derrotado? - Lo haré. Seré vuestro maestro. ¿¡Lo has oído señora manipuladora!? ¡Les acepto! - Grito hacia la puerta.
- ¡Gracias! - Me responde Nuar desde el otro lado. Lanzo un suspiro y miro hacia mis dos nuevos aprendices.
- Id al sargento Vadrens, decidle que sois mis discípulos y que quiero que tengáis un cuarto para vosotros solos no muy lejos del mío y mudaos a él. Después de cenar os daré vuestra primera lección. - ¿Pero cuál debería ser esa lección? ¿Dónde me he metido? Bueno, ya se me ocurrirá algo. Ahora tengo cosas más importantes que hacer.
Encuentro a Greson en la sala de reuniones estudiando los mapas junto a Roice y Friurch.
- Hola, Ying. ¿Has dormido bien? - Me pregunta Greson.
- No, la verdad. Y Nuar acaba de ponerme a dos discípulos, así por las buenas. - Suelta una carcajada.
- Esa chica sabe conseguir lo que quiere. Ayer estuvo repartiéndolos por todas partes como si fueran galletas. Tendrías que ver a los de Jeves y Lenger.
- Bueno, dejemos eso de lado. ¿Cómo marchan los preparativos?
- Bien. Los mineros y el resto del grupo de la mina están preparados para salir cuando quieras y las fuerzas de Roice estarán listas mañana por la mañana.
- Entonces saldremos esta tarde. ¿Crees que podremos abrir el camino en una semana?
- El capataz de los mineros me dijo que con las manos suficientes se podría hacer en cuatro días. - Me responde Roice.
- ¿Y cuantas manos son esas?
- El ha escogido a la gente personalmente y dice que tiene a todas las que necesita. - Me responde Greson. - Veintitrés en total.
- Perfecto. ¿Qué tal lo llevas tú, Friurch? Tenemos informes de tropas enemigas en Olnis, seguramente para preparar un ataque contra nuestra base. ¿Preparado para defenderla?
- Siempre estoy preparado para recibir a esos sucios Fergos. - Me responde con marcado acento. - He comenzado a crear fosos en la parte trasera de la ciudad, los leñadores están trayendo árboles con los que crear estacas para dejar inútiles los cuerpos que caigan, así aunque no podamos deshacernos de inmediato de las esferas, no podrán recogerlas ni tampoco volver a utilizar esos cuerpos.
- Si, he visto como trabajaban, ¿Qué harás si no te atacan por ahí?
- La mejor forma de defender una ciudad no es fortalecerla por todos los lados, - Me contesta. - eso haría que pensaran más en como evitar las defensas. Hay que ponerles una o dos opciones que les parezcan más fáciles y esperarles allí. - Parece acertado. - Aunque por supuesto no puedes ignorar el resto de lugares. Pero no se preocupe, comandante, no tomaran está ciudad mientras yo esté aquí. - Me asegura.
- Bien, te voy a dejar al Teniente Frepor para que te ayude. - Parece que no esperaba ese anuncio. - Está algo molesto contigo por que quería ser nombrado capitán en tu lugar, pero cumplirá con su trabajo perfectamente.
- Entendido, me vendrá bien una mano diestra. - Y a mi unos ojos que te vigilen…